No eres una mala madre: gritas porque estás desbordada, no porque te falte amor.
Mamá, sé que hay días en los que te escuchas gritando y no te reconoces. No era así como te imaginabas la maternidad. Te prometiste que nunca ibas a levantar la voz, que siempre serías paciente, que ibas a hablar con calma… Y, sin embargo, ahí estás: con la garganta ardiendo, el corazón latiendo rápido y esa frase que se repite por dentro: No soy la madre que quiero ser.


