
Perdonar no es olvidar. Es soltar el peso para poder seguir caminando.
El perdón no se exige.
No se fuerza.
No se acelera.
Tampoco es un “ya está, lo solté” dicho con los dientes apretados.
Perdonar es un proceso.
Y como todo proceso que implica verdad… duele antes de liberar.
Nos han enseñado que perdonar es un acto de bondad hacia el otro.
Pero lo que nadie dice con claridad es esto:
Perdonar es un acto de amor hacia ti.
El veneno que sigues tomando
Hay heridas que ya no sangran, pero siguen abiertas.
Siguen ocupando espacio en tu mente, en tu cuerpo, en tus respuestas.
La relación con esa persona terminó.
Pero cada vez que vuelves al recuerdo, vuelves a ese lugar emocional.
Y lo revives. Y lo reactualizas. Y lo sigues cargando.
La mente no distingue entre pasado y presente.
Cada vez que recuerdas con intensidad, el cuerpo cree que vuelve a pasar.
Y reacciona como si estuvieras allí otra vez.
Así es como una historia del pasado se convierte en una prisión del presente.
El cuerpo no olvida lo que la mente no ha perdonado
Hay emociones que no se sueltan con lógica.
Porque no viven en el razonamiento.
Viven en el pecho, en la mandíbula, en la espalda.
Mandíbula tensa: lo que no dijiste.
Omóplatos cerrados: el peso de lo que cargaste en silencio.
Plexo solar: rabia contenida.
Pecho cerrado: tristeza que nunca se dejó sentir del todo.
Y no importa cuántas veces hayas dicho “ya lo superé”…
si tu cuerpo sigue en guerra, la historia sigue viva.
Por eso el perdón no es solo mental.
Es corporal.
Es energético.
Es físico.
Lo que ocurrió… ocurrió
Perdonar no es justificar.
No es decir “no pasó nada”.
No es minimizar ni negar.
Perdonar es poder decir:
“Pasó. Dolió. Pero ya no quiero cargarlo más.”
Es poder mirar con honestidad y soltar la necesidad de tener razón.
Es aceptar que cada quien actuó con las herramientas que tenía.
Y que, aunque pudo haber sido injusto o cruel, ya no quieres dejar que eso te gobierne.
No se trata de que esa persona lo merezca.
Se trata de que tú mereces liberarte.
Una práctica para hoy
Pregúntate con verdad:
¿Qué historia estoy repitiendo en mi cabeza cada vez que pienso en esto?
¿Qué emoción me sigue atando a ese momento?
¿Qué parte de mi cuerpo se tensa cuando lo recuerdo?
Respira ahí.
Haz espacio.
No para olvidar.
Sino para dejar de vivir desde la herida.
Porque el perdón no borra el pasado.
Pero sí puede dejar de definir tu presente.
Una frase para sostenerte
“Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.”
– Lewis B. Smedes
No tienes que perdonar hoy.
Pero recuerda: el perdón no es una obligación.
Es una puerta que puedes abrir cuando estés lista.
Y al otro lado, no hay olvido.
Hay libertad.
Perdonar para soltar.
Soltar para vivir.
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