
Expande: Ocupa tu espacio. Respira tu verdad.
Hay días en los que no es que te falte energía.
Es que estás encogida por dentro.
La espalda tensa. El pecho cerrado.
Las palabras tragadas. Las ganas contenidas.
Y no es casualidad.
La vida moderna, el estrés, los mandatos invisibles… te contraen.
Te achicas para encajar.
Te moldeas para no incomodar.
Te pliegas para que te quieran.
Y así se va apagando tu fuego interno.
No porque no esté… sino porque ya no cabe en el espacio que te dejas.
Estás sobreviviendo, no habitándote
Cuando vives bajo presión constante, tu cuerpo entra en modo supervivencia.
Y el cuerpo, cuando solo intenta sobrevivir, se cierra.
Cierra el pecho. Cierra el gesto. Cierra las posibilidades.
Tu mente se vuelve rígida.
Empiezas a pensar en pequeño, en automático, en lo mínimo indispensable para “llegar al final del día”.
¿Te suena? No estás rota.
Estás contraída. Y la solución no es hacer más.
Es abrirte.
Abrirse es un acto político
La expansión no empieza con una clase de yoga ni con un mantra positivo.
Empieza con una decisión silenciosa y radical:
“Voy a dejar de encogerme para que el mundo se sienta cómodo.”
Abrirse es ocupar tu lugar.
No desde la imposición, sino desde la presencia sin disculpas.
Dejar de callarte lo que sientes.
Dejar de pedir permiso para existir.
Dejar de adaptar tu luz para no eclipsar a nadie.
El lenguaje del cuerpo nunca miente
Tu cuerpo sabe cuándo te estás reduciendo.
Y también sabe cuándo te das el permiso de expandirte.
Hay estudios —como los de la psicóloga Amy Cuddy— que demuestran que adoptar posturas abiertas durante solo dos minutos
Reduce el estrés
Aumenta la seguridad
Y te devuelve al centro.
Pero esto no es solo ciencia. Es intuición corporal.
Cada vez que respiras más profundo,
que te estiras, que abres el pecho… tu energía cambia.
No es sólo postural. Es simbólico. Es espiritual.
Es recordar que hay espacio para ti.
Expande. Aunque tiemble todo.
Hoy te propongo esto:
Deja de esconderte detrás de la idea de ser “buena”.
Deja de contraerte para no molestar.
Deja de plegarte para encajar.
Y empieza a ocupar tu cuerpo.
Tu voz. Tu gesto. Tu presencia.
No necesitas ser más.
Necesitas estar más entera en lo que ya eres.
Preguntas para cerrar:
¿Qué parte de ti llevas tiempo encogiendo?
¿Qué harías diferente si no tuvieras miedo a ocupar tu espacio?
¿Y si hoy decides no pedir más permiso?
Expándete.
Habita tu cuerpo.
Ocupa tu lugar.
Respira tu verdad.
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